Mi enfoque sobre la Cirugía Maxilofacial y la implantología

Una revolución que llegó por casualidad…

Muchos de los grandes avances de la humanidad, de la ciencia, la tecnología o la medicina, han llegado por casualidad. A menudo estamos trabajando en un concepto y surge otro, inesperado, y que puede cambiar drásticamente la manera en la que se entienden, se llevan a cabo o se trabajan ciertas disciplinas. Aunque esos cambios, esas “sorpresas”, está claro, sólo se producen cuando alguien trabaja. La inspiración no suele llegar si nos encontramos de brazos cruzados.

Un buen ejemplo es el descubrimiento de la radiactividad: en 1896, el físico francés Henry Becquerel observó que una placa fotográfica envuelta en un papel negro, que guardaba en un cajón junto a un frasco que contenía sales de uranio, se había ennegrecido como si hubiese sido impresionada. Casualmente, por tanto, descubrió que los núcleos de los átomos de ciertos elementos son capaces de emitir, espontáneamente, radiaciones que provocan su transformación en átomos de otros elementos. Aunque Becquerel siguió investigando el resto de su vida, fue esta casualidad la que lo hizo pasar a la historia…

Son muchos los ejemplos de descubrimientos científicos que se han producido de forma casual a lo largo de la historia. En este interesante post podéis encontrar varios ejemplos más.

Si traemos este tipo de casos “a nuestro terreno”, vemos que en nuestra especialidad hay uno que destaca especialmente. Hablo de lo que le sucedió a Per Ingvar Branemark, un doctor e investigador sueco, que en 1965 se dedicaba a  experimentar e investigar alrededor de la micro circulación sanguínea. Branemark se dio cuenta de que los pequeños microscopios de titanio que colocaba en los huesos vivos acababan siendo para él un inconveniente en su investigación… ya que no los podía extraer. Los dispositivos de titanio se unían al hueso como si hubiesen sido soldados.

Tal vez otro investigador hubiera probado algún otro sistema, hubiera recurrido a otra técnica para no desviarse de su foco. Pero Branemark continuó investigando a raíz de este inesperado descubrimiento. Así fue como se confirmó la gran afinidad que existe entre el titanio y el hueso vivo, cosa que se aplicó a la práctica en traumatología con extraordinarios resultados.

Este descubrimiento fue el que trajo una auténtica revolución en nuestro campo, ya que  los implantes dentales no son más que “raíces de titanio”, que reemplazan las raíces naturales dentales y  cuya unión al hueso es más fuerte que la de estas últimas.

Para darnos cuenta de que realmente estamos ante una auténtica revolución sólo hace falta pensar que,  a pesar de los años, o de los tratamientos que suframos, gracias a Branemark ya nunca tendremos que llevar esas prótesis completas (“castañuelas”) a las que estábamos condenados hace años.  Y, sin necesidad de llegar a ese extremo, muchos de nosotros somos portadores de implantes que nos dan confort, seguridad estética…

Hoy en día prácticamente todo el mundo puede colocarse implantes, no importa edad ni enfermedad. Tan solo hemos de ser conscientes de un factor, la tasa de osteointegración, o dicho de otra manera, del fracaso de los implantes, que pueden no adherirse al hueso. Y esa probabilidad de fracaso es bajísima. De hecho, los índices de unión, de osteointegración, están alrededor del 95-98%  salvo en casos muy concretos (por ejemplo en personas muy fumadoras) en los que puede bajar al 90%.

Una auténtica revolución que, como decía, llegó por casualidad, y que cambió totalmente nuestra especialidad. En los últimos años ha cambiado la superficie de los implantes, se ha conseguido que estos se integren pese a la mala calidad ósea, y ahora siempre colocamos implantes inmediatos (lo que implica menos inflamación, más rapidez y que el paciente no tenga la sensación de pérdida que se produce cuando se realiza una extracción…). Y el último reto, que cada vez estamos logrando mejorar, es conseguir que el diente sobre el implante sea indistinguible de un diente natural.

Se han producido cambios y una evolución a mejor, sin duda.

Los implantes son ya  la mejor solución, a la que recurren millones de personas cada año… Y que no hubiera sido posible sin el descubrimiento (por casualidad) de Branemark.

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